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EL ARTE Y EL DISEÑO: UNA COMPETICIÓN DE TIRO CON ARCO.

  • Adrián Mozas

    Diseñador gráfico

El profesor Juan Vals, un veterano de la formación de algunas generaciones de diseñadores gráficos de Madrid, por quien han pasado prácticamente cualquier profesional del diseño que haya estudiado en el I.E.S. Puerta Bonita, y con quien tuve la suerte de aprender algunas cosas muy útiles, ilustraba este dilema con una hisoria que me pareció, en su momento y ahora, de lo más acertada. 

 

“El diseñador gráfico es un arquero. Tiene un arco y un carcaj con algunas flechas. Este arquero selecciona una de sus mejores flechas, comprueba el buen estado de su arco, carga el proyectil y tensa la cuerda. Lleva su mano a la mejilla mientras observa a través del largo de la flecha la diana del fondo. Analiza desde esta posición el entorno: la velocidad y dirección del viento, la humedad relativa del aire, la distancia a su objetivo, las imperfecciones de la flecha, la desviación natural de su arco… y cuando tiene todo considerado y está en posición, suelta la cuerda, y si los cálculos estaban bien hechos, la flecha se clavará en el centro de la diana y todo habrá salido bien. 

 

El artista también es un arquero. Tiene un arco muy parecido al del diseñador, y unas flechas también similares. Al igual que el anterior, selecciona una de sus mejores flechas, comprueba que el arco esté en buenas condiciones, carga el proyectil y tensa la cuerda. Con la mano en la mejilla observa también el mundo a su alrededor, y cuando entiende que ha encontrado lo que busca… suelta la cuerda. La flecha sale disparada y se clava en cualquier lugar, y allí donde se ha clavado, el artista se acerca y pinta una diana: Esta es mi diana. ¿Te gusta?.”

 

A día de hoy no he encontrado un símil mejor para definir ambos mundos que están indiscutiblemente unidos, pero son indudablemente diferentes. 

 

Innumerables veces se confunden ambas profesiones porque el diseño no deja de servirse de recursos heredados de la función artística, y sin duda la estética es una parte indivisible de la función comunicativa cuando hablamos del diseño gráfico, pero no debemos confundirlo: Los diseñadores gráficos no somos artistas.

 

Un artista puede permitirse la expresión personal en sus obras. Su función principal es representar y transmitir su subjetividad al resto mediante la estética y el oficio, y su éxito se medirá según la acogida subjetiva que tenga en una comunidad concreta que busque una función estética en una obra. Es subjetivamente evaluable. 

 

Un diseñador tiene un objetivo comunicativo principal. El uso de la estética tiene que servir a esa función y lo más importante: Su éxito o fracaso se medirá según lo cerca que se quede del objetivo óptimo para el que se han requerido sus servicios. Es objetivamente evaluable. 

 

Con esto no pretendo menospreciar la función artística ni mucho menos. Como bien he dicho, el trabajo que se invierte en desarrollar su obra en ambos casos es equivalente. La vida del artista también está sujeta a trabajo duro y mucho oficio, como la del diseñador, pero el objetivo que buscan ambos, el “por qué” y “para qué” de su trabajo, es absolutamente diferente.

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